¿Qué es?
Se considera anemia
cuando disminuye la concentración de hemoglobina en sangre, aunque la de
eritrocitos sea normal o incluso elevada. Los límites de referencia de la
concentración de hemoglobina en sangre pueden variar según la población
analizada, ya que depende de factores diversos como la edad, el sexo, las
condiciones ambientales y los hábitos alimentarios. La anemia constituye una de
las causas más frecuentes de consulta por tres motivos principales:
Elevada incidencia en
niños, mujeres, jóvenes o sujetos adultos con carencias en su alimentación
(déficit de hierro y ácido fólico, especialmente).
Suele estar asociada a
muchas otras patologías, en las que constituye un síntoma del trastorno
subyacente.
Elevada frecuencia en
ciertos grupos étnicos (relacionada con la malnutrición y muy extendida, por lo
tanto, en aquellos países en vías de desarrollo, cuya población carece de
recursos para mantener una alimentación adecuada).
Causas
Aunque muchas partes
del cuerpo ayudan a producir glóbulos rojos, la mayor parte del trabajo se hace
en la médula ósea, el tejido blando en el centro de los huesos que ayuda a la
formación de las células sanguíneas.
Los glóbulos rojos
sanos duran entre 90 y 120 días. Partes del cuerpo eliminan luego las células
sanguíneas viejas. Una hormona, llamada eritropoyetina, producida en los
riñones le da la señal a la médula ósea para producir más glóbulos rojos.
Cambios en el
revestimiento del estómago o los intestinos que afectan la forma como se
absorben los nutrientes (por ejemplo, la celiaquía).
Alimentación
deficiente.
Pérdida lenta de sangre
(por ejemplo, por periodos menstruales abundantes o úlceras gástricas).
Cirugía en la que se
extirpa parte del estómago o los intestinos.
Las posibles causas de
anemia incluyen:
Ciertos medicamentos.
Destrucción de los
glóbulos rojos antes de lo normal (lo cual puede ser causado por problemas con
el sistema inmunitario)
Enfermedades
prolongadas (crónicas), como cáncer, colitis ulcerativa o artritis reumatoidea.
Algunas formas de
anemia, como la talasemia o anemia drepanocítica, que pueden ser hereditarias.
Embarazo.
Problemas con la médula
ósea, como linfoma, leucemia, mielodisplasia, mieloma múltiple o anemia
aplásica.
Síntomas
Si la anemia es leve o
si el problema se desarrolla lentamente, es posible que usted no tenga ningún
síntoma. Los síntomas que pueden producirse primero incluyen:
Sentirse malhumorado
Sentirse débil o
cansado más a menudo que de costumbre, o con el ejercicio
Dolores de cabeza
Problemas para
concentrarse o pensar
Si la anemia empeora,
los síntomas pueden incluir:
Color azul en la
esclerótica de los ojos
Uñas quebradizas
Deseo de comer hielo u
otras cosas no comestibles (síndrome de pica)
Mareo al ponerse de pie
Color de piel pálido
Dificultad para
respirar tras actividad leve o incluso en reposo
Tratamiento
El tratamiento se debe
orientar hacia la causa de la anemia y puede incluir:
Transfusiones de
sangre.
Corticoesteroides u
otros medicamentos para inhibir el sistema inmunitario.
Eritropoyetina, un
medicamento que ayuda a que la médula ósea produzca más células sanguíneas.
Suplementos de hierro,
vitamina B12, ácido fólico u otras vitaminas y minerales.
Clasificación
Las anemias se pueden
clasificar de diferentes formas, la más utilizada es la clasificación morfológica
que divide a las anemias en:
nNormocítica
nMicrocítica e
Hipocrómica
nMacrocítica